Sueño numero 23
Soñé que estabas ahí. De repente me dabas la mano. El telefono sonaba y veía un gran espejo frente a mí. Veía una gran ballena volando. Las nubes eran de algodon. Tus ojos me tocaban el cabello. Caiamos los dos en otro sueño. Lejos, lejos…lejos de aquí. Una, dos, tres. No había que contar nada. Las luces aparecian y desaparecían rapidamente. Todas se caían del cielo. Apenas si podias recoger una por una (no las contamos, pero estoy seguro que éran dos mil trecientas cincuenta y dos). Cuando terminamos de comernosla, corriamos; después nadamos (¿es esto el mar, me preguntabas?.....-no lo sé, el mar no es de chocolate-). Nunca entendí -¿entender?- que había que andar de manos, para ver. Ver, ver, ver. Un ojo, y después el otro, pero nunca los dos juntos. Preferías que se mezclara con la nariz y con el oido. Descansabamos. Había que dormir con la espalda en la pared y con la cabeza en el techo para no dejar que el piso nos comiera. Preparaste té al despertar. –Sin azucar y sin ojos-.
Silencio.
Tu estabas ahí, en mi cama junto a mí.
Desperté.
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